EL CIVIL

Un sábado 11 de mayo me case por el civil en Saltillo. Lo hice así porque mi papá se molestó porque no me iba a casar en mi ciudad natal, ya que lo "correcto" (según no se quien inventó eso) era que la novia debía casarse en el lugar donde la vieron nacer; pero como yo ya vivía en Monterrey, era mas facil arreglar las cosas aquí que organizarlas desde allá. Asi que para no herir el sentimiento paterno, mi mamá organizó de última hora y una semana antes de mi boda religiosa una pequeña ceremonia civil en un privado saloncito de un restaurante. No me acuerdo si fue comida o merienda, solo recuerdo que fue en la tarde. Mi papá llegó al depa de mi mamá un poco apresurado y recuerdo perfecto lo nervioso que lo ví ponerse su corbata.

La Juez llego tarde, tenía cara de prefecta de escuela publica y su sermón ni me gustó, ni me convenció; parecía que nos estaba regañando y me regaló un colorido costurero que según ella representaba el matrimonio. Mi papá soltó en llanto cuando la simpática juez dijo: "Ante las leyes del hombre, Los declaro marido y mujer", y una fotógrafa desconocida de el peridico vanguardia también hecho lagrimita. Nuestro primer beso como esposos fue equis. La Rosy, Oli, Anilook, Elsy y Rolando se veían mas despiertos que nosotros. Nadie nos preocupamos por las fotos, habiendo fotógrafos en la familia, y de rato llegó el típico señor que te vende las fotos con un ovalo degradado en unos marcos de papel garigoliado.

Mis suegros estaban muy serios y cuando pregunte por ellos y por mi reciente esposo, alguien me dijo por ahí: "ya se fueron". ¡QUEEE!. Me imaginé a Carlos con cara de trauma asimilando todo lo que había pasado en la carretera mientras regresaban a tierras regias.

Yo tampoco asimilé nada, cuando todos se fueron, mi familia y una que otra amiga se quedaron todavía un ratito; me tomé un rico cafecito con mi papá que estaba atacado de la risa porque saludó de beso a el novio de una amiga. Los que quedamos nos pusimos de acuerdo para al día siguiente irnos todos a Monterrey en caravana y ver el caminito de la iglesia a chipinque, cosa que de nada sirvió porque el mero día, todos los involucrados se perdieron.

Ese domingo trabaje y mi Chispagel también. Nos resultaba raro saber que ya no eramos novios sino esposos. No nos cayo el veinte toda la semana, hasta que vivimos ya muy animados y felices la boda religiosa.

Hoy se cumplen 7 años. Mi Chispagel aún no puede creer y no se acuerda que se fue sin despedirse.
Cosa rara: siempre pierdo todo y aquel costurerito que me dio aquella juez regañona aún lo conservo como mi matrimonio, que con sus altas, bajas, rebajas y super altas seguimos al pie del cañón con un amor diferente, pero creo que mas grande.