EN RESUMEN...

En el aeropuerto, rumbo a Cancún. Me estaba muriendo de sueño y Carlos me captó bostezando pese a que el vuelo salía a las 3 de la tarde; de rato le pedí que me tomara una foto con mi celular, pero entendió mal.

Estuvimos tan contentos y entusiasmados que en todo momento lo mostramos.

Me sucedieron algunos percances: se me llenó la piel de salpullido porque por andar a las carreras, no me compré el bloqueador indicado. Se me hincharon los pies como tamal oaxaqueño, tanto, que las únicas chanclas decentes que llevaba se me rompieron y me tuve que poner pantunflas hasta comprar unas que resultaron ser las mas feas y caras y se me rompieron los lentes. Un día no se si aluciné o me dio insolación porque vi pasar un pájaro con un pescado en el pico mientras reposaba en la alberca. Me chamusque tanto, que al final con ese vestido que me regaló mi mamá, parecía representante de Uganda. (solo me faltaba una lanza). El turbante fue adrede.

Aún asi, el viaje estuvo genial. El solo hecho de sentir el aire, escuchar y tocar el mar, meditar, descansar, tener paz y mi Chispagel al lado y una bebidita al otro lado, que mas se puede pedir.

De regreso a la realidad un cambio de casa nos esperaba y ni tiempo hubo de asimilar el viaje. Ni en pleno cambio Carlos soltó la !@#$% computadora.

Asi como yo me atraveze en esta foto, se nos atravezó un viajecín relampago a la fría ciudad de Boston con nuestros amigos Amy (foto) y su esposo Carlos; El cambio de casa quedó a medias pero a punto de finalizar.

Lexi, que por cierto es novia de Lucas desde hace 6 años nos recibió siempre con mucho cariño.

Boston es una ciudad tan hermosa en la que sin duda me gustaría vivir, aunque dicen que las nevadas estan de miedo.

Por primera vez en mucho tiempo, superé mi miedo a volar incluso con lluvia y disfruté todo: pude leer tranquilamente, vi una pelicula, comí, disfrute las nubes y hasta vi Manhattan y el Puente de Brooklyn. (En la primera foto mi perfil sale espantoso, porque me estaba atragantando con el agua).

Llegando le seguimos con los últimos detalles para dejar mi casita. Según yo me iba a despedir de ella pero ni tiempo hubo. Mi pino que deje un año secar para pintarlo esta navidad se quedó ahí y también los ocho hijos de Huicho, mi captus. No hubo tiempo ni de que me entrara la nostalgia, se entregaron las llaves y dejó de ser nuestra casa. Por lo pronto estamos a una cuadra en una casa que amablemente nos prestaron, entre cajas y agua fría mientras ya nos instalamos.Se me hace extraño ya no estar frente a un parque y ver un carro estacionado donde era mi casa, Aún asi en la noche sigo dejando la dotación de croquetas a un perro que se ponía enfrente de mi casa.

Estoy agradecidísima por todo. La adrenalina bajó un poco, pero mas vale que retome fuerzas porque pronto seguirá mi octavo cambio de casa en esta ciudad.